martes, 9 de abril de 2013

La razón intuitiva o sentiente.

El positivismo, el racionalismo impositor de la lógica y el empirismo científico se han cuidado mucho, desde tiempos de la ilustración, de desterrar la intuición como fuente necesaria para descubrir la verdad y, por tanto, para poder aprehender la realidad de las circunstancias que nos envuelven.
Sin embargo, la idea de Dios, como nuestro deseo de inmortalidad, no puede ser explicada a través de la lógica formal ni demostrada mediante analítico y sistemático método científico.
¿Qué tal llegar a Dios a través de una vía racional intuitiva?

Ni siquiera los ilustrados se pusieron de acuerdo en tan controvertido tema, pues allí donde un La mettrie (precursor del darwinismo) negaba la existencia de Dios, aparecían un Pascal o un Voltaire prestos a tirarle de las orejillas.
La famosa apuesta de Pascal, sin duda fruto de la razón, es toda una lección para los soberbios ateos, pero Voltaire fue todavía más contundente: "si Dios no existiera sería necesario inventarlo, pero la naturaleza entera nos grita que existe".

Es claro que no podemos vivir sin la idea de Dios, sin soñar con la eternidad, sin desear la perdurabilidad en el tiempo de nuestro ser, sin la esperanza de poder seguir siendo tras nuestra muerte.
Unamuno, ¡qué genial Unamuno!, bien claro lo dejó expresado en su "Del sentimiento trágico de la vida"; y también, cuando por boca de su párroco Don Manuel ("San Manuel Bueno, mártir"), propuso a un humilde campesino la posibilidad de que existiera una certeza, una prueba irrefutable de que Dios existía, pero, ¡atención!, al tiempo también existiría la certeza de que no habría vida después de la muerte.
- ¿Entonces para qué debería existir Dios, preguntó perplejo el agudo campesino?

¿Me sirve el Dios Topoderoso de Voltaire, Naturaleza creadora y arquitecto del Universo (deísmo) que, sin embargo, no trascendentalizaría mi ser ni garantizaría mi existencia eterna?
No lo sé, la duda me corroe, pero como Coleridge, sí creo que es necesario (imperativo vital y espiritual inherente al ser humano) tener esperanza, quizás fe:

"Mr. Coleridge solía insistir muy a menudo en la diferencia entre creencia y fe. Cierta vez dijo muy en serio que, si en aquel momento le convencieran de que el Nuevo Testamento era una falsificación desde el principio hasta el fin -y ésta era una convicción cuya posibilidad no podía hacerse cargo- por grande que fuera la desolación que sentiría, no disminuiría ni jota su fe en el poder y la misericordia de Dios por alguna manifestación de su ser hacia el hombre, ya sea en el pasado, en el futuro, o en los abismos ocultos en los que no hay tiempo ni espacio."

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